Monday, August 5, 2013

Dos al borde de la pandemia

05.08.2013 

No una sino dos nuevas enfermedades infecciosas preocupan a las autoridades sanitarias del mundo. Una de ellas es un virus de influenza llamado A(H7N9), que en los últimos meses afectó a por lo menos 134 personas, de las que murieron 47; todos los casos se produjeron en China. La transmisión se ha dado hasta ahora sólo desde las aves –reservorio del virus– hacia humanos, pero, en los últimos días, dos estudios científicos advierten que el virus “puede replicarse eficientemente en células del sistema respiratorio humano” y que podría tener “potencial pandémico”. La segunda infección emergente es el síndrome respiratorio de Medio Oriente (MERS), con epicentro en Arabia Saudita: se registraron por lo menos 90 casos, de los que murieron 45, aunque todos ellos padecían también otras enfermedades. La Organización Mundial de la Salud declaró que “la situación actual con respecto al MERS es seria y de gran preocupación, pero no constituye en este momento una Emergencia Internacional de Salud Pública”. Es válido apostar a que estas nuevas enfermedades serán contenidas, como lo fue hace diez años –gracias a un coordinado esfuerzo internacional– otra emergente llamada SARS. Pero no es seguro que sea así. Y ya se prevé que, en los próximos años, la humanidad deberá enfrentar otras, quién sabe cuáles enfermedades nuevas.
El primer caso de influenza A(H7N9) fue comunicado en China el 29 de marzo de este año, y la mayoría de las 134 infecciones se registraron en abril. Muchas de las personas infectadas trabajaban en criaderos de aves de corral, y se considera que el virus les fue transmitido por los animales (la transmisión es sólo por aves vivas; no hay riesgo en consumir pollos u otras aves de criadero). Hasta ahora no hay evidencias de transmisión sostenida entre seres humanos, y después de abril la cantidad de casos se redujo. Es cierto que las autoridades chinas tomaron medidas como la clausura de ferias de pájaros vivos y el sacrificio de aves de corral (los grandes criaderos chinos llevan perdidos más de 92 mil millones por tal causa). Sin embargo –advirtió el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC)–, “los virus de influenza aviar podrían tener pautas estacionales, como los de la influenza humana: si éste fuera el caso, las infecciones por H7N9, en pájaros y en personas, podrían escalar otra vez cuando vuelva el frío, y no deberá sorprender si el virus reemerge en el otoño” (boreal). El caso registrado hace pocas semanas, en pleno verano boreal, en una mujer de la provincia china de Hebei, apagó las esperanzas de que el A(H7N9) hubiera sido erradicado.
“Lo más preocupante –señala el CDC– es el potencial pandémico de este virus. Los virus de la influenza cambian constantemente y es posible que éste pueda devenir capaz de una transmisión fácil y sostenible entre las personas, generando un brote global de la enfermedad.” En un artículo publicado en la revista Nature, Tokiko Watanabe y su equipo de investigadores de la Universidad de Tokio explican que la preocupación causada por el H7N9 se debe “a la importante tasa de mortalidad, del 25 por ciento, a las potenciales posibilidades de transmisión interhumana y a la falta de inmunidad preexistente entre los humanos para virus de este tipo”. En la misma revista, un trabajo de Terrence Tumpey y colaboradores –de la División Influenza del CDC– concluye en que “nuestros resultados indican que los virus H7N9 tienen capacidad de replicación eficiente en células respiratorias humanas, y subrayan la necesidad de continuar la vigilancia en salud pública sobre este virus emergente”.
Según la información provista por la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), la influenza por H7N9 es “una enfermedad de las vías respiratorias inferiores”, que puede ocasionar “insuficiencia respiratoria aguda”, “la tos y la fiebre son los síntomas más comunes” y son especialmente afectados “los adultos mayores, especialmente hombres y con condiciones médicas subyacentes”. Héctor Laplumé –coordinador de la comisión de enfermedades emergentes de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) y del comité de control de infecciones del Hospital Posadas– destacó que “lo esperanzador del H7N9 es que, hasta ahora, no se registra transmisión interhumana; el mayor inconveniente es que, como las aves infectadas no suelen enfermar, se disemina en los criaderos sin ser detectado”.
“Desafíos inéditos”
En cuanto a la otra enfermedad emergente de los últimos meses, el MERS, se registraron casos en Arabia Saudita, Emiratos Arabes Unidos, Qatar, Jordania, y también –pero siempre en personas que habían viajado a alguno de los países mencionados– en Francia, Italia, Alemania y Túnez. El primer caso se comunicó en septiembre de 2012 en Arabia Saudita, donde se registró la mayoría de estas infecciones. A diferencia del A(H7N9), el MERS no es un virus de influenza, y pertenece a la familia de los coronavirus. Un trabajo publicado a fines de julio en la revista The Lancet precisó que los síntomas más comunes del MERS son la fiebre, eventualmente con escalofríos; la tos, la dificultad para respirar y los dolores musculares; también son frecuentes los síntomas gastrointestinales como diarrea, vómitos y dolor abdominal. De los 47 que fallecieron, 45 padecían también otras enfermedades, especialmente diabetes, hipertensión y enfermedades cardíacas y renales crónicas. Se estima, todavía sin certezas, que el virus del MERS podría venir de camellos o murciélagos.
También en The Lancet, un estudio firmado por Arnaud Fontanet y colaboradores –del Instituto Pasteur de París– propone un escenario “optimista” y otro “pesimista” para el MERS. En el primero, la capacidad del virus para transmitirse entre humanos sería un 30 por ciento inferior a la del SARS. En el escenario pesimista, la transmisibilidad podría ser 30 por ciento mayor que la del SARS, en cuyo caso “el MERS podría tener potencial pandémico”. De todos modos, “nuestros análisis sugieren que el MERS no tiene hasta ahora potencial pandémico”.

Tomar el SARS como ejemplo de comparación vale porque ese virus respiratorio, que apareció en 2003 en China, fue exitosamente erradicado mediante la cooperación internacional. “Se lo controló sin contar con medicación –señaló Marcelo Blumenfeld, ex coordinador de la comisión de enfermedades emergentes de la SADI y ex jefe de Infectología del Hospital Israelita–. No se habían encontrado medicamentos ni para tratar la enfermedad ni para prevenirla, y se apeló a las viejas medidas de cuarentena. La gente se olvida, pero hubo un despliegue muy grande. A partir de la alarma mundial, se tomaron medidas como chequear a toda la gente que pasaba por los aeropuertos: se instalaron sensores para medir la temperatura, a las personas con fiebre se les impedía viajar y, cuando se detectaban casos de SARS, se los ponía en cuarentena, en algunos países incluso bajo custodia.”

Con respecto al MERS, la OMS convocó a un comité de expertos que, en julio, dictaminó que “la situación es seria y de gran preocupación, pero no constituye hasta ahora una Emergencia Internacional de Salud Pública”. El comité volverá a reunirse en septiembre.
El legendario virólogo Anthony Fauci –uno de los principales investigadores del VIH/sida– publicó el mes pasado, junto con David Morens, el trabajo “Enfermedades infecciosas emergentes: amenazas para la salud humana y la estabilidad global”. Según advierten, “es improbable que podamos eliminar la mayoría de las enfermedades infecciosas emergentes en el futuro previsible. Los gérmenes pueden experimentar cambios genéticos veloces, que les otorgan nuevas propiedades. En la actualidad está por determinarse el potencial pandémico del MERS coronavirus y el A(H7N9). En cualquier caso, su monitoreo y control requieren atención y esfuerzo internacionales. Cada nueva enfermedad emergente ofrece desafíos inéditos”.

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